martes, 26 de febrero de 2019

Un corto , para algo rapido

PRIMER INTENTO.



Me fui con un tipo a un hotel para matar las ganas; 38 años, cuerpo normal, bien parecido.

Nos comenzamos a desvestir de pie y nos lanzamos a la cama todavía en interiores. Comenzamos a besarnos, yo lo acariciaba, le lamía las tetillas y fui bajando hasta llegar a su entrepierna. Un interior corto negro escondía un buen paquete, al llegar ahí para quitarle el interior me dijo

–Ya acabé.

–¿Ya?, ¿tan rápido? ¡Pero si apenas estamos empezando!

–Estaba muy excitado…disculpa.

Aquel interior bañado en semen y el amigo ya dormidito, no hubo manera de que se levantara de nuevo. Me vestí y me fui.



SEGUNDO INTENTO.



 Estando en casa del carajo conversando, empezamos a besarnos en el sofá de la sala hasta quedar completamente desnudos. Nos levantamos y fuimos a la cama para seguir ahí.

Nos dimos un 69, beso negro y luego yo solo le mamaba su guevo hasta que me dijo –para que me voy a venir -me detuve, se tranquilizó y seguimos con el juego previo, busco un condón y me dice –pónmelo -lo saco, lo estiro y me dirijo a su glande para colocar la capucha, cuando de repente todo su fluido cae en mis manos.

   –Wao, que rico acabé, tenía tiempo sin tirar. Deja que te lo mame para que acabes porque a mí ya no se me para hasta despues de un buen rato.

Y así hizo, me lo mamó, acabé y me fui de ahí sin tener penetración.



TERCER INTENTO.



 Me invita de nuevo a su casa para “tomar algo”.



Llegamos y no tomamos nada, fuimos directo al grano y solo hablaba y hablaba mientras me besaba y le mamaba el guevo.



–Te voy a dar duro por ese culito rico, vas a pedir más guevo, mámalo bien, ¡ponlo duro!

Se lo mamé y de vez en cuando me decía –Para, para que me vas a hacer acabar -luego seguí mamando hasta que me dijo que me volteara para cogerme. Me chupó el culo, se incorporó, se agarró el guevo y  me dijo –Prepárate que te voy a coger rico–. Lo acercó hasta mis nalgas y…

–AAAAAAHHHHHH” dejó todo su fluído en mi nalga derecha.

–Bueno yo me voy a ir que tengo unas cosas que hacer, ¿dónde esta el baño? FIN.

  Sé que les pasó admitanlo 


domingo, 24 de febrero de 2019

Las primeras veces son confusas Y excitante (2da parte)



Me puse nuevamente de acuerdo con Pablo para nuestro segundo encuentro sexual.  Quedamos de encontrarnos a la salida de la oficina, yo lo esperaría a unas calles de distancia y él pasaría a recogerme.  Esa tarde llovía bastante por lo que Pablo no tardó en llegar y yo estaba con mis pies empapados.  Monté rápidamente a su vehículo y nos encaminamos al motel.  Pablo fumaba un cigarrillo tras otro por lo que intenté tranquilizarlo poniendo mi mano sobre su pierna, pero él tomó mi mano y suavemente lo colocó sobre su paquete, que ya venía duro, situación que me agradó muchísimo. 

En medio de las presas y la lluvia llegamos al motel, era relativamente temprano por lo que no fue difícil encontrar una habitación.  Pablo cerró la cortina del garaje e ingresó a la habitación, yo lo seguí y cuando entré, sin mediar palabra él me agarró del brazo, se recostó sobre la pared y me abrazó fuertemente besándome con pasión, estaba desenfrenado, sus besos me inundaban de placer, me abrazaba fuertemente, apretaba mi espalda, posaba sus manos sobre mis nalgas y me restregaba su paquete contra el mío.  Era irreconocible y ardiente.


Aprovechando esa pasión, rápidamente quité su camisa admirando su hermoso pecho velludo, ese vello negro y abundante, suave al tacto y varonil, quité mi camisa y sentí esa delicia velluda contra mi pecho desnudo, me excitaba, me volvía loco, mientras él besaba mi boca, su lengua poseía la mía en un juego erótico y extasiante y su pecho se fundía con el mío.


Levanté los brazos de Pablo y empecé a pasar mi lengua apasionadamente por sus axilas, ese olor a hombre, varonil, sin ningún tipo de perfume, ese olor fuerte de su piel y delicioso me tenía fascinado, estaba sumido en un mundo de fantasía y placer, mientras él, en respuesta a ese placer, pasaba su lengua por mis orejas y mi cuello haciendo que mi excitación fuera aún mayor.


Respondí metiendo mi lengua en su oído lo que lo excitó aún más, besando su lóbulo y su cuello.  Empecé a bajar chupando su pecho y sus tetillas erectas, desafiantes, deliciosas, mientras mis manos juguetonas acariciaban ese paquete caliente y a punto de explotar.

Ante tal excitación, empecé a soltar su pantalón.  Bajé con mis labios a su abdomen y con mi lengua húmeda acaricié sus deliciosos vellos mientras Pablo gemía y se movía descubriendo su pene totalmente erecto a través de su bóxer ajustado, lo coloqué de medio lado y sobre su ropa interior empecé a chupar su deliciosa cabeza dejando mojado su bóxer, lo que me permitía ver esa delicia de pieza de carne que ya lubricaba y pedía guerra. En esa posición saqué sus deliciosas y peludas bolas de su ropa interior y empecé a chuparlas con delicadeza y maestría lo que hizo que mi amigo lubricara aún más.  Pasé mi lengua en los pliegues de la pierna y olía aquel olor a hombre, a macho, viril, masculino, deseoso de placer, mismo que me encendía.


Súbitamente Pablo me hizo levantarme y me indicó que fuéramos a la ducha a que lo bañara.  Ya desnudos y bajo el agua, tomé el jabón, me puse de rodillas frente a él y empecé a enjabonar aquellas piernas musculosas y peludas, desde los pies hasta sus bolas.  Luego me puse de pie, cerré la llave del agua, lo enjaboné totalmente y empecé a besarlo mientras nuestros cuerpos se frotaban y resbalaban el uno contra el otro, jabonosos, húmedos, deseosos, sumidos en un mar de besos ardientes y con movimientos desenfrenados, situación que se prolongó por unos diez minutos.

No quería llegar al orgasmo así, por lo que nuevamente abrí la ducha, nos quitamos el jabón y nos fuimos a la cama, totalmente excitados y besándonos mientras llegamos al lecho, le dije que esa noche le brindaría un nuevo placer.  Lo coloqué de cuatro patitas y dejé su delicioso culo frente a mi.  Ya tenía sobre la mesa de noche un pote abierto con lubricante y algunos preservativos, para preparar alguna rica penetración.


Cuando tuve el culo de Pablo frente a mi, empecé a besar sus nalgas mientras le daba tiernos y suaves mordisquitos, esto lo erizaba, por lo que empecé a pasar mi lengua húmeda alrededor de su ano sin llegar al centro, besando y chupando los bordes de sus nalgas que se acercaban a su comisura.  Su cabeza se hundía en la almohada y respiraba agitadamente mientras decía “qué me haces? Qué es esta delicia?”

De pronto pasé mi lengua por el centro de su ano lo que lo hizo brincar y cerrarlo apretadamente, ante lo cual, seguí jugando en sus alrededores, acariciando sus nalgas, y de repente, empecé a chupar suavemente el centro de su ano, introduciendo mi lengua en él, lo que hizo que Pablo se revolcara de placer, situación que prolongué por algunos minutos mientras acariciaba suavemente su pene.


Acto seguido me acosté boca arriba en la cama y le pedí que se pusiera en posición contraria, con su cara frente a mi pene y su delicioso y caliente ano frente a la mía.

Levanté mi cabeza y empecé nuevamente a chupar su ano, sus bordes, darle mordisquitos suaves y tiernos en sus alrededores, sus bolas deliciosas se me ofrecían por lo que mi lengua inquieta pasaba desde sus deliciosos huevos por la costura previa al ano, donde la deslizaba de arriba hacia abajo mientras él, sin pensarlo, de una forma furiosa metió mi verga caliente en su boca y torpemente empezó a mamarla.


En ese momento le pedí que abriera un poco más su boca y que sus labios cubrieran sus dientes, pues como nunca lo había hecho, sus dientes herían mi ardiente pene.  Empezó a mamarme un poco mejor, con su mano agarraba mi pene hasta que a los minutos su técnica mejoró y llegó a introducir todo mi pene en su boca, sentí con la punta de mi verga la tibieza de su garganta lo que me provocó gran placer y a él una gran salivación que dejó bajar por todo mi pene, aspecto que me excitó aún más.

Loco de placer me enfoqué en su ano, lo chupé, lo mamé, lo besé, metí mi  lengua en él y aquello se convirtió en una locura intensa para ambos, un placer oral que casi nos lleva al orgasmo.


Lo separé de mí y nos acostamos de medio lado, uno frente al otro, metí su dedo índice en el pote de lubricante y le pedí que explorara mi ano, guié su dedo hasta mi ansioso tesoro y le pedí que lo lubricara, que jugara en su borde, que lo sintiera, mientras lo besaba y mi pierna libre se posaba sobre su cadera para poder brindar mayor movilidad de su mano.

Él se excitó muchísimo al sentir cómo su dedo me complacía tanto y suavemente empezó a introducirlo en mi ano, su dedo algo grueso, al principio me perturbó un poco y al notarlo lo sacó, se lubricó más y volvió a intentarlo en medio de apasionados besos, hasta que poco a poco logró introducir todo su dedo en mi ano y empezó a meterlo y sacarlo, una y otra vez, suavemente, a veces más duramente, lo que me tenía al borde de la locura.

Lo acosté boca arriba y con su líquido seminal mojé su pene, coloqué un condón en el mismo y lubriqué con crema, luego me acuclillé frente a él, con mi pecho sobre el suyo y coloqué mi ano deseoso frente a su retadora y deliciosa verga.  Él inmediatamente sintió el reto y empezó a hundir la punta de su pene en mi ardiente culo que lo deseaba, sentía la necesidad de ser penetrado, de recibir dentro de él esa delicia de carne que ardiente deseaba placer, tanto como yo.

Tiré mi cuerpo hacia atrás hasta sentir sus bolas pegadas a mis nalgas, ya estaba dentro de mí, yo era suyo y él mío, al fin éramos el uno del otro.  Se quedó quieto un corto tiempo, saboreando esa nueva experiencia mientras me besaba, luego empezó a moverse suave, tierno, yo podía sentir como ese pene que ya era enorme, me poseía, me penetraba, se adueñaba de mis entrañas, perforaba mi ser y me llenaba de gozo y placer.


Con mis rodillas rodeé sus caderas,  lo abracé y con su pene dentro de mí lo hice dar vuelta para que quedara sobre mí, coloqué mis rodillas pegadas a sus hombros lo que dejó mi ano todo para él, esto lo enloqueció y empezó a jinetearme con fuerza, despesperadamente, me la quería meter toda, jugaba con movimientos circulares dentro de mi, metía y sacaba su pene desde la punta hasta su raíz, sacaba y metía, una y otra vez, a veces la mitad, otras veces toda, la empujaba hasta que sus pelos públicos se pegaran a mi ano, mientras su abdomen, ya lubricado con mi líquido seminal, masturbaba majestuosamente mi pene, lo que me hacía sentir maravillosamente, esa penetración y esa masturbación al mismo tiempo, aunado a sus deliciosos besos y su lengua lamiendo mis labios, mi cara, mi cuello, sus gemidos, su pene engrandencido y caliente, sus embates majestuosos, sus gemidos, su aliento frente a mi boca, sus ojos casi desorbitados y su cara de deseo me llenaban por completo, era un éxtasis, era un placer indescriptible, yo era suyo y él mío, nada importaba, nada tenía sentido, no existía nada más, solo nuestros cuerpos ardientes, retorciéndose, en la búsqueda de placer infinito, él me poseía y yo sentía cada centímetro de su deliciosa verga entrando y saliendo de mi cuerpo, haciéndome suyo, hundiéndola toda con frenético deseo, jadeante, fuerte, hombre delicioso convirtiéndome en su hembra deseada, de repente empecé a sentir como convulsionaba, jadeaba, sudaba, empujando hasta su pelvis al borde de mi culito complaciente y ardiente por lo que con mis manos halé sus nalgas para que no quedara nada afuera y sin poder evitarlo, entre gemidos y exhalaciones, nos regamos los dos, abrazados fuertemente, botando leche mientras nuestros cuerpos se estemecían y convulsionaban, fundidos en uno solo, jadeantes y victoriosos.


Él se quedó sobre mi unos minutos, besándome tiernamente en los ojos y la boca y poco a poco salió de mi cuerpo, sonrió viendo sus vellos frontales bañados en mi leche, tocó la leche, volvió a sonreír y se recostó a mi lado.


Encendimos un cigarrillo y fumamos con una de nuestras manos entrelazadas, de pronto me volvió a ver con ojos brillantes y profundos, me besó con suavidad y me dijo:  “Gracias, ha sido inolvidable.”


Mientras nos vestíamos, ya superada su timidez, de vez en cuando me daba una suave nalgada o un tierno beso.  Salimos del motel y me preguntó mi dirección, insistió en irme a dejar a mi casa pues no quería que a “su chico, a su amante” le sucediera nada y condujo todo el camino con su mano derecha entrelazada a mi mano izquierda, la que de vez en cuando besaba con ternura.  Esa actitud me tenía sorprendido, pues nunca creí que un hombre de apariencia casí rústica, pudiera ser tan cariñoso y sensible, situación devenida de un excitante y delicioso rato de intenso placer.


Me dejó a la entrada de mi casa y aprovechando la oscuridad me tomó por el cuello y me besó suavmente metiendo su lengua en mi boca y provocándome una tibio y hermosa sensación.

Me dijo que no se ducharía al llegar a su casa pues quería dormir conmigo esa noche, a la distancia, que esa noche había sido la mejor experiencia sexual de su vida, a lo que respondí:  “tendrás mejores conmigo, eso te lo aseguro”.


Descendí del vehículo, entré a mi casa y me recosté sobre mi cama, desnudo, acariciando mi cuerpo pensando en él.  No había pasado media hora cuando me llamó telefónicamente para decirme que estaba desnudo sobre su cama, tocándose y pensando en mi, la conversación se calentó tanto que terminamos masturbándonos y disfrutando de un delicioso sexo telefónico, y así, regado por segunda vez, me dormí plácidamente.

Las primeras veces son confusas y excitantes

  Hace unos meses fui trasladado temporalmente a otra oficina donde me requerían para realizar un trabajo específico.  Ahí, entre otros compañeros y compañeras, conocí a Pablo, un hombre relativamente bajo, aproximadamente 1,65 mts, (yo mido 1,77 cms), de facciones toscas, con barba cerrada muy bien recortada y abundante pelo en su pecho.  Tenía algo que me resultaba muy atractivo, aunque no sabía si era su voz, su pelo en el pecho, su manera ruda de conversar y actuar, pero lo cierto es que realmente me agradaba.  En algunos momentos libres salíamos del edificio a fumar un cigarrillo y hacíamos conversación, me hablaba de su novia, de su enamoramiento y parece que pretendía dejar muy clara su heterosexualidad.  Yo me limitaba a escucharlo y asentir en algunas ocasiones hasta que un día me preguntó que si a mí no me gustaba nadie.  Le dije que sí y me dijo:  "Y puedo saber el nombre de la tipa?  Yo arriesgándolo todo le contesté:  "No es una tipa"! entonces él rió incómodamente y me dijo:  "No me digas que es un tipo" a lo que respondí afirmativamente.  Apagamos los cigarrillos y volvimos al trabajo, notando yo que de vez en cuando él me miraba y parecía sentirse incómodo.  Estando un viernes fumando nuestro acostumbrado cigarrillo, volvió a tomar el tema de la persona que a mí me interesaba, haciéndome ver que era mera curiosidad, pues a él solo le atraían las mujeres, a lo que le contesté que era él quien despertaba mi gusto y mi morbo.  Volvió a verme fijamente a los ojos, apagó su cigarrillo e ingresó al edificio.  Al lunes siguiente me dijo que no había podido dejar de pensar en nuestra conversación y que eso lo tenía inquieto, pues él nunca habría creído que otro hombre se fijara en él y que eso lo ponía nervioso, conversaciones que se fueron calentando poco a poco hasta que decidió quitar sus inquietudes y en medio de su nerviosismo, en el baño, me permitió acariciar su pecho y su pene por encima de la ropa, cerrando sus ojos y temblando como una hoja de arbol seco

Pasada esa experiencia dejó de hablarme como por tres días, pude sentir cierta frustración de su parte, por lo que lo dejé recapacitar, abordándolo luego y diciéndole que yo entendía su situación, pero que eso no implicaba perder la amistad, que había sido solo curiosidad de su parte y que si él así lo deseaba, yo mantendría una distancia prudente, a lo que súbitamente me respondió que no sabía manejar el asunto, pues la noche en que sucedieron los hechos en el baño, se había excitado profundamente en su casa recordando el asunto, hasta el punto de tener que masturbarse pensando en ese momento.

Conversando las cosas y venciendo un poco su temor, nos pusimos de acuerdo para visitar un motel, ambos nos sentíamos muy nerviosos, sobre todo él pues su cabeza daba vueltas pensando en su infidelidad, su heterosexualidad, su incomprensión por estar en un lugar así con otro varón yo preocupado por la forma en que podría reaccionar.

Ya estando en la habitación, nos servimos un trago y mientras conversamos empecé a acariciarle sus piernas lo que no le incomodó, me acerqué un poco más, desabotoné su camisa y dejé su hermoso pecho velludo al descubierto lo que pareció apenarle, pues me dijo que él sentía que tenía un pecho feo y que su novia le decía que se depilara todos esos vellos.  Ante esto le dije que si se atrevía a quitarse un solo vello yo lo castigaría de alguna forma, que eso lo hacía verse masculino, erótico, sexy y super atractivo, lo que provocó su risa y rompió el hielo definitivamente, lo que me permitió acercarme y empecé a besar tiernamente esa masa velluda, lo que le agradó pues cerró sus ojos y empezó a respirar fuertemente.

Lo tomé de una mano y le dije que nos fuéramos a duchar juntos, tímidamente aceptó y ya en el baño, tiernamente mientras lo acariciaba, fui despojándolo de sus ropas y empecé a notar su excitación a medias, ya desnudos los dos, bajo la ducha, empecé a jugar con el jabón en su cuerpo, pasándolo por su cabeza, pecho, pene, ano y bolas, pene que para entonces ya estaba completamente caliente, por lo que me acerqué a su boca y la rocé con mis labios, apenas por encima, mientras que con una mano acariciaba su pene, caliente, como de 18 cms, grueso, recto y circuncidado.

Me miró fijamente y me dijo:  “A que no te atreves a besarme”, por lo que nuevamente rocé mis labios en su boca y noté como sacó la punta de su lengua tratando de lograr un beso muy apasionado.  Entonces le dije:  “Bésame tú, demuéstrame que lo deseas”.  Me estrechó contra su pecho y me besó, tiernamente pero al mismo tiempo con una intensidad que sentí que le pertenecía, que era suyo con aquel beso y que ese hombre bajo, velludo y tosco, podría hacer conmigo lo que quisiera.

Después de eso me dijo:  “no sé que sucede, pero ya no me importa, te deseo por completo”.  Medio mojados y tomados de la mano llegamos a la cama donde nos tendimos y nos enfrentamos a una batalla de besos y lenguas casi sin fin, nuestros cuerpos calientes estaban a punto de explotar por lo que me separé un poco y empecé a besar su cuerpo descendiendo poco a poco.  Mis caricias hacían que su cuerpo brincara, los espasmos me excitaban por lo que sin pensarlo llegué a su pene, lo besé lo que hizo que él gimiera y lo metí a mi boca, húmeda, deseosa, todo dentro de mí, por completo, hasta el fondo de mi garganta pudiendo sientir que era completamente para mi y solo para mi.  Pablo se movía, decía que me detuviera, que era una sensación deliciosa y que no podría resistir mucho, por lo que me enfoqué en sus deliciosas y calientes bolas, mientras él gemía, se movía, suspiraba, pidiéndome un beso, besé su pene y subí a su boca, lo besé con pasión mientras que con mi mano esparcí su lubricación en su caliente miembro viril y Pablo estalló, bañándome copiosamente, gimiendo, suspirando, respirando fuerte.

Posteriormente  y sin decir palabra, se vistió y me conminó a hacer lo mismo, durante al camino al centro de la ciudad no conversó, yo tampoco forcé la conversación pues supe que era su primera vez y que su mente en ese momento batallaba con sus remordimientos.

En una estación cercana detuvo su vehículo y yo entendí que quería que descendiera, abrí la puerta, dije “hasta mañana”, y me retiré.

Al día siguiente si acaso me saludó y yo hice como que no era conmigo, salí a fumar mi cigarrillo y él no apareció, esa situación duró tres días.  Al cuarto día bajó conmigo y me dijo afuera:  “No aguanto más, no me importa lo que pase, nunca había sentido nada igual, ninguna mujer me ha hecho sentir lo que me hiciste sentir en esa cama y no voy a perder la oportunidad de avanzar cada día en el mundo del placer que me puedes brindar.”

Fui feliz, muy feliz al escuchar esas palabras, esa misma noche volvimos al hotel, y ese hombre velludo y burdo ha sido una infinita fuente de placer para mi.  ¿Quieres saber qué pasó esa segunda noche?